sábado, enero 31, 2009

EN EL HORIZONTE... EL DERBY

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por José M. Santa Cruz G.
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Hace un año atrás escribíamos, qué significaba el Derby para el Valparaíso Sporting Club, cuál era su densidad simbólica. Es pertinente ahora platearlo desde la otra perspectiva, qué implica para el resto dicho día, a propósito de una serie de sucesos que remecen al mundo hípico y pareciera no haber respuestas o, más bien, sólo melancólicas añoranzas de tiempos mejores, nos referimos a la crisis económica-social que vive el Club Hípico de Concepción. El Derby es la huella del otrora espectáculo hípico de masas, muy diferente a lo que se busca actualmente de la hípica chilena, que es la individualización del espectáculo en la apuesta. A su vez, es el motor económico del hipódromo viñamarino, su gran arma para negociar y posicionarse en el medio.

Pero el clásico del Sporting es también la venganza simbólica de regiones, en una hípica que ve a pasos agigantados su miniaturización o concentración monopólica, como guste más y sea más cómodo, éste se muestra como el día donde la gran mano familiar no acecha. La crisis económica del Club Hípico de Concepción, nos deja en claro las nulas intenciones que exista una expansión de la actividad, dejando morir los recintos hípicos, sin una intervención de los hipódromos centrales para reactivarlo. Donde se vela por intereses particulares y no se comprende el fenómeno en su amplitud, ¿es posible sostener que la actividad va a sobrevivir solamente con la Red Teletrack a lo largo del país? En un ámbito económico puede ser, pero esta sobrevivencia se irá mermado al pasar del tiempo, porque la diferencia fundamental entre la hípica y un casino, es decir, el ámbito de la pura apuesta individual, es lo deportivo, la destreza animal junto a la humana en pro de un objetivo. De esta forma, la hípica apunta a una especie de actividad particular de unos pocos para unos pocos, como acontece actualmente en México.

Ahora bien, haremos una precisión en este punto, que la hípica se miniaturice es efecto directo de dos cosas, por un lado, de que el poder político de la hípica está en manos de los mismos que ostentan el poder económico de la misma. Lo que privilegia estrategias de monopolización de la actividad, ya que sin control el mercado tiende al monopolio y a la concentración de capitales. De eso sabemos muy bien, cuando la familia Solari-Falabella falló en su intento de fusión con la empresa D&S, dos de las empresas más grandes de Retail en Chile, que pretendía convertirse en la segunda empresa más grande de Latinoamérica y controlar gran parte del mercado interno. Por otro lado, privilegiar una estrategia de exportación de materias primas (caballos), donde los grandes Haras se vean beneficiados con políticas que apoyen la exportación, creación de triple coronas parceladas por intereses económicos y no deportivos, el caso de las yeguas ha sido muy claro en esta política.

En este esquema pensar en políticas que apunten a privilegiar el fortalecimiento de las hípicas regionales o la incorporación de nuevos actores, propietarios, Haras, preparadores, etc. es una absoluta desmesura, ya que dispersan las riquezas en vez de concentrarlas. Así el antiguo esquema hípico chileno, que tanto rendimiento tuvo para la hípica local y la destacó en la región, en su masificación e internacionalización, teniendo más del doble de hipódromos que en la actualidad, preparadores y jinetes recorriendo Latinoamérica, edificando hípicas de países menos desarrollados en la actividad, como Ecuador hasta el mismo Brasil. Siendo parte de las actividades importantes dentro de la agenda de sucesos sociales, con impresionantes marcos de público y participación social. Y en la dimensión deportiva, en la búsqueda de la excepción, de la estrella o el crack, tanto en caballos, jinetes y preparadores, es decir, en las potencialidades de la destreza humano-animal, tiene como una de sus últimas huellas El Derby, ¿habrá algunos otros pequeños recaudos de esa actividad tan distinta a la de ahora?, sin duda y habremos de ir identificándolos en textos venideros.

En tiempos ulteriores, cuando los caballos eran fundamentales en la actividad económica de la sociedad, donde la fuerza animal era también fuerza de guerra y el tiempo era considerado circular, a causa de los ciclos de las cosechas. Existía una semana, a veces un poco menos, en que se marcaba el fin del año y el comienzo de un nuevo ciclo, ese tiempo que conocemos como carnaval, que se dista mucho de lo que entendemos ahora por carnaval. Este nos proponía una fiesta popular donde todo se intercambiaba, las calles se llenaban de gente, jolgorio, descontrol y un exceso que no podemos comprender a cabalidad con nuestra racionalidad moderna, donde la idea era ser todo lo otro que uno no era en tiempos normales de cosecha. Un hombre como mujer y viceversa, una sirviente como señora, un borracho como párroco y todas las combinaciones posibles. Algunos se vestían por delante como mujer y por detrás como hombre, llevando dos máscaras, una al frente y otra atrás para no saber hacia dónde iba ni qué era. Y dentro de todos los siervos de la gleba se elegía a un rey, en lo posible el más ramplón de todos, éste sería atendido por los señores y se les darían todas las comodidades que nunca tuvo, disfrutaría como nunca iba a poder hacerlo.

El carnaval medieval era el tiempo en que no había tiempo, donde no se trabajaba, era el mundo al revés. El Derby, con su evidentes precauciones, podríamos decir que es ese carnaval para nuestra hípica, donde las regiones se toman el poder, donde la gente se toma los lugares como propios y no como apostadores solamente, donde existe algo más allá de la racionalidad económica, es de esos días donde pareciese que es posible un forma masiva y democrática de participación y creación en conjunto de un espectáculo. Lamentablemente habrá que decir, que cuando se acababa el carnaval en el medio evo, no sólo todo volvía a la normalidad, sino aquel que había sido el rey del carnaval, ese que se había hecho de los placeres más exclusivos, era sacrificado, porque aquel que fue rey no puede no volver a serlo, era el costo necesario para volver a la normalidad. ¿Cuál será nuestro costo necesario este año? Antes fue Peñuelas, ¿ahora será Mediocamino? ¿Y después?
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1 comentario:

Juan Carlos Santa Cruz Grau dijo...

A proposito de la muerte de Mediocamino ... le dejo una carta entregada al
Consejo Regional del Bío-Bío

http://columnaestepario.blogspot.com/2008/05/carta-dirigida-al-consejo-regional-de.html