martes, enero 20, 2009

¿QUÉ SUCEDE CON LA GENERACIÓN DE RECAMBIO DE LOS JOCKEYS EN CHILE?

por José M. Santa Cruz G.
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Con estupor vimos en las pantallas y en la cancha el recorrido de los 1900 metros de la Copa Jackson, había algo que se instaló en el ambiente al finalizar la carrera, una especie de lastimosa pregunta asoló la pista. ¿Qué sucede con la generación de recambio de los jockeys en Chile? El llamado “sucesor natral” de Luis Adrian Torres, intentaba dar alcance con AMOR DE POBRE, al poco regular INDY BOY conducido por el jinete uruguayo Pablo Falero. El macho conducido por Héctor I. Berrios, se abría en la recta mientras Falero mantenía un tranco seguro y controlado hacia la meta, alejándose cada vez más del hijo de STUKA.

En algunos medios de prensa culparon al caballo de no entregarse al látigo chileno, cosa que no se notó hasta entrar en la recta, el caballo había estado dócil muy cerca de los palos, hasta que el jinete decidió abrirlo para comenzar la atropellada. Desde ese momento comenzó el martirio de Berrios, el caballo en vez de ponerse en tercera línea, espacio idóneo según se venía dando la carrera, fue llevado hasta la quinta línea perdiendo varios metros, luego sacó la fusta y comenzó intensificarlo por fuera, propinándole más de 15 huascasos en 7 segundos (desde 1:31 segundos hasta 1:38 segundos en el tiempo de la carrera). Impulso que lo dispuso en tercera línea y a sólo dos cuerpos de INDY BOY, al verse muy cerca de GRABADO EN EL CORAZON, empezó a huasquearlo por dentro innumerables veces hasta unos pocos metros del final. En ese momento se empezó a abrir terminando en una sexta o séptima línea al cruzar la meta.

Durante el proceso, el animal resintió los golpes, se notó al abrirse y no tener una línea de carrera clara, pero así y todo seguía con fuerza y brío. Berrios no sólo se dedicó a castigar al caballo con la fusta, sino que mostró bastante precariedad para acortar las riendas en los momentos decisivos, lo que desestabilizó la línea de equilibrio del caballo. Situación contraria fue la que llevó a la victoria a INDY BOY, su jinete le propinó infinitamente menos huascasos, entre 5 y 7 durante toda la recta, mantuvo su línea de carrera, dosificó al caballo, manejó con inteligencia las riendas y nunca perdió el centro de gravedad del caballo. Lo que le aseguró un triunfo a un ejemplar que no venía con buenos rendimientos en una campaña irregular. Esto quedó claro con el dividendo de 24,9 pesos y la ausencia absoluta de los comentarios anteriores en la prensa especializada.

Esta pequeña reseña de los últimos metros de la carrera, refleja un estado general que se está instalando y siendo validado día a día por todos los medios en la escena hípica local, que es la apología a la mediocridad o, diciéndolo de otra forma, una tendencia a la media por sobre a la excepción. Pero al mismo tiempo, y eso es lo interesante de la operación ideológica, se instala en esa media una ideología de la excepción. Esto se ve con claridad cuando se pone el acento en los jinetes aprendices, que empiezan a destacar en su primer año, pero al pasar el tiempo pasan a ser parte de esa mayoría de los jinetes que tienen unas pocas montas y asumen que el trabajo cada mañana. Pero también en una escalada de jinetes que salen al ruedo a la hora de definir donde se encuentra el futuro crack de la escena, en su momento Alberto Vásquez, al retornar de Suecia fue David Sánchez, luego Héctor I. Berrios y ahora último, Jaime Medina, estos dos últimos tienen una particularidad que se les asocia a Luis Torres, el primero es su primo, el segundo ha hecho un recorrido similar desde la ciudad de Concepción.

Ninguno de los jinetes ha consolidado un estilo de correr que sea garantía para una carrera importante, una de las características principales cuando hablamos de jinetes estrellas, pero tampoco han logrado generar gestas que lo muestren en su capacidad por sobre la calidad del caballo. La pregunta cae por su propio peso, ¿un jinete como Berrios u otro similar, hubiese ganado con INDY BOY la Copa Jackson? Lo que nos trae un segundo momento en el cuestionamiento, ¿sería el líder de la estadística si no fuera la primera monta de los Baezas, y a su vez, no le dieran caballos con la primera opción en el 90% de las carreras que corre? Se podría esgrimir que su calidad hace posible eso, pero cuando fue levantado como la gran esperanza de la hípica chilena, no era muy diferente en calidad al resto de sus compañeros de generación y otros que los habían anticipado. Regularidad y trabajo fue lo que lo diferenció, lo que le posibilitó ser el referente principal de los jinetes jóvenes, con una ayuda especial de la prensa.

Ahora bien, el problema no es de un jinete particular, sino es un estado general, la mayoría de los jinetes necesitan madurar para empezar a transformarse en alguien confiable en los medios hípicos, David Sánchez, Hernán Eduardo Ulloa, Gonzalo Ulloa, entre otros, son ejemplo de esto, pero no necesariamente se van a transformar en excepciones, pero si en buenos jockeys, confiables que van a hacer lo que tienen que hacer. Al mismo tiempo, ganar muchas carreras no es prenda de garantía de un jinete de excepción, pensemos en el jinete canadiense Russell Baze, quien corre en los hipódromos de segunda categoría en USA, y lleva un poco más de 10.350 carreras ganadas en su vida. Por último, hay aquellos que les interesa ganar las grandes carreras, en nuestro medio Ányelo Rivera es el mejor ejemplo, quien tiene 5 Derby a su haber, de los cuales 4 fueron consecutivos, y contabiliza un promedio de 60 carreras al año.

La principal característica de los nuevos jinetes en Chile, es su falta de pulcritud técnica y un estilo tosco, lo cual es suplido con fuerza y cantidad de huascasos, situación que pareciese no ser vista por aquellos que se dicen especialistas y por los mismos jinetes, recordemos que Berrios esgrimió en una entrevista, que era su forma de correr y que no la iba a cambiar. O las declaraciones del ganador del pasado clásico El Ensayo, Víctor Miranda, que reconoció que los últimos metros de la carrera cerró los ojos, movió y le pegó al caballo hasta cruzar la meta, sin saber que había ganado. Esta doble negación es, a su vez, una doble condena, por un lado a los jinetes que piensan que ya no tienen nada que aprender y mejorar, poniéndole un techo a priori a sus tempranas carreras, que podrían alargarse por 20 años o más. Lo otro, es que constantemente estaremos descubriendo nuevas excepciones de lo mismo, donde la prensa y el medio llenará de calificativos a unos y a otros, mientras la precariedad técnica y de estilo se instala como un valor preciado.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy de acuerdo Berríos a veces nos regala lo mejor de él y luego lo peor de el mismo.. incluso en una misma carrera..