miércoles, marzo 05, 2008

EL FANTASMA DEL GRAN PREMIO ASOCIACIÓN LATINOAMERICANA DE JOCKEY CLUBES

Por José M. Santa Cruz G.
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En el año 1981, se llevó acabo la primera edición del Gran Premio Asociación Latinoamericana de Jockey Clubes en el Hipódromo Nacional de Maroñas en la capital de Uruguay, la cual fue ganada por el caballo brasileño DARK BROWN. Este clásico es la actividad más conocida de dicha asociación y se ha transformado en el pasar de los años, en el lugar por excelencia de las disputas hípicas latinoamericanas. Creada en 1979 en Buenos Aires-Argentina a idea del dirigente venezolano Julián Abdala Genatios, en esta participan los centros hípicos más influyentes de la región, como el Jockey Club de Buenos Aires, la Sociedad Hipódromo Chile, el Club Hípico de Santiago, el Jockey Club de Sao Paulo, el Jockey Club del Perú, el Jockey Club de Montevideo, el Jockey Club Brasileiro y el Jockey Club de La Plata.
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El Clásico Latinoamericano nació emulando la experiencia desarrolla por la Confederación Hípica del Caribe, que desde 1966 organiza el premio Clásico Internacional del Caribe en una distancia de 1 1/8 de milla (equivalente a 1800 metros), que reúne en la actualidad a las hípicas de Panamá, Puerto Rico, Venezuela, México y República Dominica, también participan ejemplares de Jamaica eventualmente y antiguamente también participaba la desaparecida hípica colombiana, de la cual nació solo un ganador llamado GALILEA, en la versión de 1984 en Panamá. El ejemplar era conducido por el jockey Jorge Duarte, preparado por Manuel Munar y propiedad del Haras Santa Lucía (nos detenemos en esto como especie de homenaje, a una hípica fallecida).
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En la actualidad el clásico caribeño ha dado paso a un evento que congrega 5 clásicos, entrando en la lógica global de eventos hípicos como la Copa Dubai o el Breaders Cup’s en Norteamérica. El más novel de los clásicos integrados es la Copa Importados que desde el año 2004 se realiza en una distancia de una 1 ¼ de milla (equivalente a 2000 metros), a su vez la Copa Velocidad y la Copa Dama del Caribe se realizan desde el 2002 y en una distancia de 6 furlongs (equivalente a 1200 metros) y en 1 1/16 de milla (equivalente a 1700 metros), por último se desarrolla el clásico Copa Confraternidad en una distancia de una 1 ¼ de milla, el cual se lleva efectuando desde 1974.
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Ambos clásicos se pretenden como lugares que reúnan las hípicas del continente, exceptuando la estadounidense y la canadiense, reuniéndolas tanto físicamente como simbólicamente, hacer un paralelo entre ambas competencias pone en evidencia inicialmente diferencias bastante marcadas, por un lado el clásico del caribe ha sido suspendido tan sólo en dos ocasiones en sus 42 años de existencia contando el presente en curso. A diferencia del clásico sudamericano, donde en 4 ocasiones se ha suspendido o simplemente olvidado en sus 28 años de existencia, de hecho si no fuera porque el año 2004 el Hipódromo Chile quería celebrar sus 100 años de historia con la organización de la carrera, lo más probable es que aún estaría acumulando polvo entre datos estadísticos, anécdotas y recuerdos. Por otro lado, ambas se piensan como la carrera más importante del continente restando evidentemente a Estados Unidos y Canadá.
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No obstante, pareciese necesario hacer algunas consideraciones al respecto, el clásico principal del evento hípico caribeño reparte 300 mil US$ de premios, sin contar que el resto de los clásicos reparten entre 60 mil y 50 mil US$ cada una, mientras el clásico sudamericano sólo reparte 100 mil US$. Por otro lado la Confederación Hípica del Caribe apuesta por integrar cada vez más hípicas al evento, ejemplo de ello son la dominicana y los ejemplares jamaicanos, por el contrario la Asociación Latinoamericana de Jockey Clubes e Hipódromos, cada vez se reduce la cantidad de participantes, por un lado una Venezuela desaparecida hace años, un Ecuador nunca integrado hasta su desaparición al igual que Colombia.
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Por otro lado el evento caribeño, como es en general en la hípica de la región del norte del continente, ya que los programas de carreras en varios de estos hipódromos no superan las 10 a 12 largadas, genera un evento especial donde se privilegian dichos clásicos y el espectáculo hípico. Por su lado el Latino, como es conocida la carrera coloquialmente, se confunde en programas de carreras extensos, donde si no fuera por que corren caballos y jinetes extranjeros, sería una carrera más como cualquier otra, tanto es esto que cada vez más se asume que el correr la carrera en Sudamérica o en Miami-USA no tiene mayor diferencia. Podríamos plantear de forma un tanto preliminar, que justamente que la carrera se piensa como vitrina de venta, por tanto se asumen que las molestias propias de su organización, cosa que se ha expresado públicamente, son los costos inevitables de la inversión. Un elemento fundamental esgrimido por las hípicas locales, es que la carencia de facilidades de transporte minan cualquier tipo de intercambio mayor entre las hípicas regionales.
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Si bien en el caso de la organización del caribe estos problemas acontecieron con profundas implicancias, referimos a la desaparición de la hípica colombiana y la desaparición temporal de la hípica mexicana, como a su vez los problemas de traslado del clásico a diferentes sedes. Esto fue solucionado, territorializando el clásico en Puerto Rico, en el Hipódromo Camarero, las últimas 8 ediciones, a su vez de un plan de integración de hípicas emergentes, tan como la de republica dominicana como la jamaicana.
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Ahora bien, concentrándonos simplemente en el caso de Sudamérica, a nivel simbólico el Latino es utilizado en un estrategia particularmente compleja, por un lado reivindica un nacionalismo encostrado y alimentado las últimas 3 décadas, donde los ejemplares se transforman en valores patrios, representantes de un proyecto unitario de las hípicas locales y a su vez en ingredientes simbólicos para problemas diplomáticos, situación regular en eventos deportivos varios, el caso de la hípica chilena es ejemplar en esto.

Cuando el año 2004, el caballo peruano COMANDO ÍNTIMO ganó el clásico en el Hipódromo Chile en Santiago, las reivindicaciones patrióticas se dejaron caer sobre el jockey que condujo al final sangre de carrera, Luis Torres de nacionalidad chilena fue contratado profesionalmente para hacerse cargo del ejemplar peruano, logrando la primera victoria de un caballo extranjero en la veces que esta carrera se corrió en Chile, a su vez él ganó su primer Latino como jinete. Este no sólo causo un silencio sepulcral en el recinto palmeño (como es conocido localmente el Hipódromo Chile) en los últimos doscientos metros de la recata, sino que rompió uno de los orgullos de la hípica chilena, es decir su invicto como local, valor fundamental para constituir su identidad dentro de la hípica regional, uno de los últimos recaudos de diferencia y orgullo, apelando una especie de identidad común se esgrimió a esta identidad nacional herida y una hípica traicionada por un compatriota que buscó su beneficio personal por sobre el bien común.
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Este especie de sentimiento que se pudo leer en la mayoría de la crónicas de la época y que se sigue esgrimiendo a propósito de la versión que se correrá en las próximas semanas en Monterrico-Perú, cobija en su ceno una hípica fragmentada y, a su vez monopolizada, por una grupo de familias que siguen sus intereses propios, de expansión empresarial, entiéndase por esto a los dueños de los Haras más grandes en producción equina, usamos el termino producción justamente por su lógica industrializada con respecto a la hípica. Sin profundizar en esto último, el esgrimir una identidad común, es utilizada para glorificar una actividad que es la suma de intereses particulares, caso ejemplar es cuando un caballo nacido en Chile triunfa en un clásico en Estados Unidos, que tienen en común trabajar en un territorio particular. Y ni siquiera podríamos decir que estamos frente a una selección de caballos dirigidos por un preparador común, como en el caso de otros deportes. Sino y por sobre todas las cosas, prima la confianza en que dichas preocupaciones y trabajos particulares pueden glorificarnos a un común, ocultando su condición fragmentaria.
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Por último y retomando algunas cosas escritas anteriormente, sería interesante pensar que los esfuerzos de organización de un encuentro hípico latinoamericano, no se agotara simplemente en el desarrollo de una carrera, sino como en el caso del caribe, de un grupo de clásicos que a lo menos permitan una espectáculo de nivel globalizado (asumiendo las palabras propias de la jerga actual de la hípica), que mejore el nivel de la competencia y el intercambio hípico entre los diferentes países, emulando otra vez la experiencia como se hizo en 1981, ya que pensar en que esa identidad común utilitaria esgrimida por la hípicas locales podría ser modificada o eliminada de encuentros como éste, ya que justamente son pilares del valor simbólico otorgado a dicha carrera y, por ende, su valor comercial para la venta de fina sangres de carrera se desvanecería en el aire si ésta es puesta en cuestión, es decir se perjudicaría el mercado de materias primas para otros espectáculos hípicos, como COCOA BEACH en Dubai, cosa que pareciese nadie está dispuesto a sugerirlo, a pensarlo ni a soñarlo.

sábado, febrero 09, 2008

PERSPECTIVA DEL PANORAMA CLÁSICO EN LA HÍPICA CHILENA

Por José M. Santa Cruz G.
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El domingo pasado acabó el proceso de la generación 2007, con la estrecha llegada entre PALOMA INFIEL y FEBO APOLO en el clásico El Derby, se acabo un ciclo para los caballos que protagonizaron y se llevaron gran parte de la expectación del público y la prensa, el favorito de la prensa MATOMONDO y del público PASO AL FRENTE, la lesionada DIANA CAZADORA, los regulares KURBAT (ganador del Saint Leger) y FEBO APOLO, el tardío REAL MERCHANT* y por último PALOMA INFIEL ganadora de dos de las tres etapas de la triple corona nacional (El Ensayo y El Derby), entre otros tantos caballos, pasarán a formar parte del imaginario hípico, retomados en conversaciones y recuerdos, serán parte de las estadísticas, unos pocos serán protagonistas de las carreras para caballos mayores, otros serán exportados, muy pocos serán parte de competiciones internacionales y las hembras comenzarán su proceso de cría.

Tras el triunfo de la potranca PALOMA INFIEL quedó la idea en el ambiente de que podría haber ganado la triple corona nacional, al ausentarse del clásico Saint Leger del Hipódromo Chile en Santiago, relegó todas sus posibilidades de ganar las tres carreras más importantes para la generación. Pero más allá de especular en las posibilidades que la hija del potro chileno AUGURI, podría haber tenido de triunfar en la pista de arena, son varios los temas que quedan dando vueltas y que son eclipsados por la nueva generación que se aprestar a tomar el protagonismo de la escena hípica.

El primero es el porqué desde 1990, donde el mitificado Wolf logró vencer en las tres pistas nacionales, ningún potro o yegua a logrado llevarse la triple corona nacional. Uno podía especular inicialmente que para que ello acontezca debe ser un ejemplar súper dotado, especial y “divino”, lo más probable es que varios de los periodistas hípicos responderán desde sus particularidades dentro de este espectro. No obstante, ¿realmente existen los incentivos para que un preparador y dueño, más allá del valor simbólico, piense en ganar la triple corona, cuando algún empresario hípico extranjero ofrecen millonarias cifras por los ejemplares? El caso más patente es COCOA BEACH y HOST en los últimos años, equinos que perfectamente podrían haber llevado el título de triple coronado nacional.

Dentro de esta misma lógica, ¿por qué no sea crea un incentivo económico importante para el ganador de la triple Corona Nacional que incentive a dueños, preparadores y jinetes ha poner como meta este logro? Como si lo hace el Hipódromo Chile en su triple corona particular, que otorga 500 mil US$ al ganador. A esta pregunta se le podría sumar la siguiente ¿cuál es el afán de crear y levantar nuevas triple coronas? Como son el caso del Hipódromo Chile con la de Hembras de la generación y el Club Hípico de Santiago con la de Machos de dos años y de hembras mayores. Y por último ¿por qué la triple corona en vez de estar programada con tantos meses de diferencia cada carrera, no piensa de manera más consecutiva que asegure la participación de todos los ejemplares?

Las respuestas evidentemente no deberán buscarse en las motivaciones personales de cada uno de los protagonista o en las capacidades de los caballos, sino mas bien en la forma en que se piensa la actividad local. Toda la hípica chilena, en mayor o menor medida está pensada para la exportación, es por esto que un caballo que logra la futura triple Corona para Machos de dos años, tendrán dentro de su carta de presentación ser el ganador de una Triple Corona y podrá aumentar su precio en el Mercado Global (que en Chile se entiende por EEUU principalmente) y no tendrá que esperar a ser ganador de un Grupo 1 para aumentar su valor, ya que dichos clásicos son muy tardíos para un mercado que valoriza más la novedad o las posibilidades de ganar que los triunfos propiamente tal, así mismo el de Hembras mayores valorizan a las crías que en un futuro engendrarán y serán portadoras de los carteles de sus madres, adelantando así su proceso competitivo a la especulación del mercado.

Por otro lado, pensar en cambiar el cronograma de los clásicos como el crear un fondo para quien logre triunfar en las tres competiciones, tendería, supuestamente por cierto, ha desacelerar el mercado ya que concentraría la mercancía (caballos) en el país y desincentivaría la venta, el flujo de activos y la inversión (nuevos reproductores e instalaciones, entre otros). Sumado a esto, al planificar tres carreras tan distanciadas en el tiempo, asegura que cada una de esta pueda servir como cartel para diferentes caballos en el mercado o para que los caballos tardíos, es decir que debutan tardíamente. Los que suben el valor de dichos ejemplares y sus posibilidades de ventas. Si bien, existen casos puntuales que podrían esgrimirse, la tendencia refiere a un modelo de exportación global, donde la competencia es una excusa o un mal necesario, ara llevar acabo el modelo de modernización neoliberal.
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* Ganador del clásico clasificatorio para el Gran Premio Asociación de Jockeys Latinoamericanos en el Hipódromo Chile.

sábado, febrero 02, 2008

El DERBY, fetiche y sobrevivencia

por José M. Santa Cruz G.
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Cada vez que en el horizonte se acerca un clásico importante en el turf local, sean estos de la Triple Corona Nacional o algún Grupo 1, una serie frases fetiches de los periodistas o comunicadores hípicos hacen gala de una serie de lugares comunes que tienden a encubrir la propia carrera y en que contexto se desarrolla ésta, entendamos contexto por todo aquello que hace posible que una serie de caballos conducidos por un grupo de jinetes, se presenten en la pista de carrera y posibiliten las apuestas de un gran grupo de jugadores y público.

El Derby, el clásico más importante del Valparaíso Sporting Club y que es la última etapa de la Triple Corona Nacional, hace gala no solo de una innumerable cantidad de carreras, 24 partidas que comienzan a eso de la 11 hrs. sino que de un inmenso aparataje mediático, que conjugan las amplias necesidades ediles de la municipalidad viñamarina por contar con una gran cantidad de eventos y actividades en la temporada veraniega, como a su vez del interés de ciertos medios de prensa por levantar a este clásico como la más importante carrera de la hípica nacional. Sin entrar en la problemática si es o no es la carrera más importante, cosa que tiende a ser parte de las rivalidades propias entre centralista y regionalista en Chile. El asunto sería identificar que se esconde en la trasparencia del discurso de la hípica, en este caso en relación al fetiche hípico del Derby Day.
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La hípica nacional ha tenido un profundo proceso de modernización en sus estructuras de desarrollo, el cual desde inicios de los años ochenta ha puesto su mira en posicionar a la hípica en el mercado global, ese posicionamiento se entiende principalmente en el colocar caballos en Estados Unidos principalmente. Que se diferencia radicalmente en procesos de modernización anteriores, donde tanto preparadores, dueños y jinetes se internacionalizaban en el fortalecimiento de la hípica latinoamericana, por ejemplo la edificación de la hípica brasileña, ecuatoriana y las influencias en la hípica argentina, entre otras. Ambos procesos de modernización implicaban dos lógicas muy diferentes en relación a la crianza, el espectáculo, las apuestas, etc.

El proceso actual, dirigido por los hipódromos capitalinos, en especial, por la familia Solari-Falabella, que dirigen los directorios de ambos recintos santiaguinos, piensa la hípica como exportación de materias primas, en este caso caballos, donde los grandes haras cumplen un rol fundamental, ya que los pequeños no tienen una producción importante, y de calidad muchas veces, para hacerse parte del flujo global equino, por lo cual todas las políticas de incentivo a la crianza están apuntadas a la concentración caballuna de estos haras. Al mismo tiempo, han comenzado una desestructuración de la infraestructura hípica a nivel chileno, donde muchos de los actuales recintos han sido desmantelados, entiéndase por esto el Hipódromo de Peñuelas, la venta de los terrenos del Club Hípico de Mediocamino en Concepción, por no nombrar el abandono de la hípica en Arica y Punta Arenas, y sumado a esto los constantes rumores de fusión del ambos recintos capitalinos.

Podríamos pensar que la imagen de la hípica chilena de aquí a un poco más de 10 años será, un hipódromo central en Santiago, lo más probable el Club Hípico de Santiago, con una de sus pistas de arena y dos dependientes en el mejor de los casos, que serían el Club Hípico de Antofagasta y el Valparaíso Sporting Club. Donde se desarrollarían tres a cuatro días de carrera en la capital (jueves, viernes, sábado y domingo) y el resto de los días se los dividirían entre los dos restantes. Una mezcla entre el sistema de la hípica panameña, el que concentra varias jornadas seguidas de carreras en la semana, y la argentina que tiene como único dependiente al Hipódromo de La Plata. El otro escenario sería justamente este último, seguir el modelo argentino de tener dos centros en la capital y uno en regiones.

Dentro de este panorama que se va sucediendo día a día, la estrategia de sobrevivencia del Valparaíso Sporting Club ha sido arrebatarle el valor simbólico de lo que significa la hípica en el imaginario social, tanto al Club Hípico de Santiago como al Hipódromo Chile. El Derby Day, arremete mediática y socialmente como el lugar de las carreras de caballo, el día de la hípica nacional, la fiesta por excelencia de los burros. La competencia radica principalmente en el marco de público, es decir es una fiesta para la gente, cosa que no ocurre en el Club Hípico, que piensa en la cantidad de apuestas y no en la cantidad de personas que llegan a la pista, al colocar sostenidamente los clásicos de Grupo 1 en días de semana. Como en la cantidad de carreras, ya que es el único día del año en que hay tantas competencias en un día, lo que hace que se transforme en un día diferente, recordable, entrañable. Entre muchos otros factores que se edifican más en el valor simbólico, que en particularidades estadísticas o económicas, como si las piensan los regentes de la hípica nacional.

Esta sobrevivencia simbólica, provocará un efecto en la realidad bastante dramático para los responsables del Derby, que será que en ese día recaudarán gran parte del dinero que les permitirán sobrevivir el resto del año, lo cual se hace evidente, en el deterioro de las instalaciones del hipódromo, como en premios para las carreras bastantes precarios, el estado de la pista que denota el uso excesivo y la poca mantención. No por falta de interés, sino más bien por la carencia de recursos para sostener la actividad en la V Región.
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Podríamos pensar, que actualmente la hípica chilena no se piensa para desarrollar un espectáculo local, sino más bien para ser parte de un espectáculo global, del cual los únicos que los protagonizan son las hípicas que tienen un fuerte desarrollo local o los países que concentrar tantas riquezas personales que pueden saltarse los procesos occidentales de conformación de una actividad o industria, como son los Emiratos Árabes Unidos, más reconocidos en el mundo hípico por uno de sus principados, Dubai. El resto tienden a participar de un flujo intermitente, periférico.