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por José M. Santa Cruz G.
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En raras ocasiones el deporte y los otros agentes de la sociedad entran en sintonía con sus problemas sindicales o laborales, pareciese estar establecido en una ley tácita que los deportistas, sea cual sea su disciplina, no debieran participar de las reivindicaciones de los trabajadores y de la sociedad en general, bajo la idea de que en el deporte no entre la política, porque ensucia el juego. Es una situación extraña que acontece en otras pocas áreas como las telecomunicaciones y la prensa. No obstante ello, lo que ocurrió el jueves recién pasado en el Hipódromo Chile, no responde a un irrupción de la política sino más bien fue un sisma social que excede el ámbito laboral.
La política, sin circunscribirlo evidentemente a los partidos políticos, es el lugar abstracto en que deberían enfrentarse ideas y sistemas de pensamiento a propósito del presente y el porvenir de una sociedad o sector. Por el contrario, los problemas sociales y los movimientos sociales son la articulación de diferentes agentes entorno a problemas estructurales de injusticia social, que emergen desde la realidad sin necesariamente articular un sistema de pensamiento político entorno a éstas situaciones, sino más bien responden a una multiplicidad de ideas e intenciones diferentes, que a veces se presentan en gestos simbólicos o quejas excéntricas en relación a los problemas centrales, que permiten poner en la palestra los problemas y comenzar su debate. El caso de los estudiantes secundarios es un ejemplo de ello en estos últimos años, comenzaron hace un buen tiempo atrás, los conflictos de transporte con el otrora pase escolar privatizado y terminaron generando una fuerte crítica al sistema general de educación escolar en Chile.
Desde esta perspectiva, lo que nos enfrentamos en la jornada del paro de los trabajadores hípicos, algo muy pocas veces presenciado en la historia hípica, fue la cristalización de procesos de larga data que se han cimentado en los fondos de la estructura hípica neoliberal y que en esta ocasión se coordinó con las reivindicaciones sociales de un amplio sector de la sociedad, pero que no responden a los mismo procesos ni a las mismas crisis, aunque comparten a grandes rasgos las mismas lógicas de organización del trabajo y similares consecuencias en sus contextos más íntimos y particulares. Esta confluencia de voluntades justamente fue lo que pareciera ser más molesto para los dirigentes hípicos de lo que aconteció, no sólo con el paro nacional llamado por la Central Unitaria de Trabajadores-CUT, sino de una serie de problemas que aquejan a diferentes actores de la hípica chilena, que se vieron cristalizados en la petición de un bono de movilización excepcional, bono que se había entregado en ocasiones anteriores, por parte de los trabajadores, propietarios y jinetes al Hipódromo Chile para aquellos que lo necesitaran, debido a los problemas de traslado que enfrentaría al terminar la jornada, provocados por la ausencia de transporte público que habría a causa del paro nacional organizado por la CUT.
En la crónica que hizo el Diario Nación, se dejaron ver los detalles de estos reclamos, que se inauguraron con una protesta a primeras horas de la mañana de los cuidadores y funcionarios del Hipódromo Chile, que increparon el presidente del directorio de esta institución, Juan Cuneo Solari, con diferentes carteles que proponían una multiplicidad de conflictos, que iban desde la participación de la Familia Solari en el escándalo de colusión de las Farmacias hasta el probable establecimiento del sistema simulcasting, pasando por las condiciones de trabajo, etc. Este crisol de reivindicaciones sociales hace notar que lo que estaba ocurriendo no era meramente una petición puntual, sino la escusa para poner en la palestra un problema más enraizado, que es la precarización del trabajo y la miniaturización de la hípica chilena.
En artículos anteriores, hemos plateado como los jinetes son tratados como inquilinos (ver artículo: Fantasmas ausentes, la era dorada de los jockeys chilenos 4-Mar-2009), en la ideología del patrón de fundo. También hemos hablado como los dirigentes hípicos están pensado el futuro de la actividad, concentrada en pocos hipódromos, Haras, propietarios, preparadores, etc. (ver artículo: En el horizonte... El Derby 2009 31 Enero 2009). Estos problemas son estructurales y se ven cada vez más cercanos, en este caso el sistema de simulcasting, que hay que decir que fue negada su instalación en el Hipódromo de Palermo en Argentina tras un recurso de ley y hace unas semanas esa misma institución rechazó la posible instalación en el Hipódromo de San Isidro. Ya que existe la conciencia de que podría generar profundas transformaciones en la hípica argentina y que no necesariamente vayan en la dirección de mejorar la calidad, las condiciones laborales y del espectáculo en general.
El Simulcasting, para nuestra realidad, nos plantea el problema de los trabajadores hípicos y de la hípica en general, que se verá en el cierre futuro de hipódromos, la menor cantidad de carreras y la reducción del espectro social de la hípica, que afectarán no sólo a los trabajadores, sino a los preparadores, dueños minoritarios, etc. Sistema que posiblemente tendrían algunos réditos económicos para unos pocos. En esta medida, la inclusión del sindicato de jinetes y los propietarios en el problema, los primeros deteniendo la jornada de carreras y los segundos impulsando peticiones en el Palacio de La Moneda en pro de proteger la actividad por su repercusión social. Nos permiten visualizar un problema complejo, pareciese que en los que dirigen la actividad no existe conciencia, o más bien, no les importa profesionalizar ni expandir la hípica chilena en todas sus áreas, no les interesa que existan nuevos actores, sino más bien, concentrar las ganancias económicas y deportivas en unas pocas familias, no es parte de sus preocupaciones un crecimiento integral de la actividad.
Y esto se ve con claridad, en que los trabajadores no son considerados como trabajadores sino inquilinos o peones de este gran fundo hípico, en que la seguridad laboral no se privilegia, estableciendo una precaria reglamentación entorno a la conducta en cancha, habremos de recordar que aceptaron a regañadientes la obligatoriedad del chaleco protector, impulsado por el sindicato de jinetes. Han puesto trabas constantes a la escuela de jinetes para que se mejore la calidad de los nuevos jockeys y los propietarios cercanos al poder generan listas negras, tal cual en los peores años de las persecuciones sindicales, que atemorizan a los jockeys, secretarios, etc. Entre muchos otros aspectos que sólo nos entregarían más datos para un diagnóstico que no cambiaría en su gravedad.
Varios comentarios en las pocas plataformas comunicacionales que quedan en la hípica chilena, proponen que una medida de fuerza de parte de la Coordinadora Nacional de la Hípica, que reúnen a trabajadores, jinetes y una serie de propietarios no aliados a la dirigencia de la hípica, desestabilizaría de tal manera la actividad que la condenaría a su desaparición, es necesario poner en el tapete, que los que no tienen el poder en general no pueden establecer los lineamientos de una actividad, que en este caso desde finales de los años 80’ viene en una sostenida decadencia. Sino justamente son aquellos que han pensado una actividad sostenida en la pura exportación de materias primas y en la des-profesionalización de la misma, los que han llevado a esta precariedad y decadencia en que habita la hípica chilena.
Los deportistas son trabajadores que son afectados por los mismos procesos sociales que el resto de la sociedad, no debería ser extraño entonces, que sean parte de un movimiento social general que quiere mejorar sus condiciones de vida. Y su vez, en el ámbito propiamente hípico, no debería ser extraño ya que la clase dirigente y del poder, en este caso unas pocas familias de clase alta, han tomado todas las medidas para mejorar sus condiciones de vida, claramente en desmedro del resto de la sociedad hípica, en la acumulación de riquezas materiales e inmateriales. Entonces, ¿por qué sería raro que los trabajadores se organicen entorno a mejorar sus condiciones de existencia, como lo han hecho los últimos 30 años esas familias con pretensiones aristócratas? La respuesta es evidente, porque ellos no son trabajadores sino inquilinos, inquilinos que le deben fidelidad y obediencia ciega al patrón, de una clase inferior. Esa idea de clase que instala la dirigencia hípica es la que posibilita un problema político, debido a que genera la posibilidad de que una clase dominada tome conciencia de sus condiciones materiales de existencia y quiera articular un pensamiento para cambiar las estructuras que los contienen, debido a que sin explotación, acumulación de las riquezas en unos pocos ni exclusión, la política solo sería retórica. Ya era hora de la rebelión en la granja.
La política, sin circunscribirlo evidentemente a los partidos políticos, es el lugar abstracto en que deberían enfrentarse ideas y sistemas de pensamiento a propósito del presente y el porvenir de una sociedad o sector. Por el contrario, los problemas sociales y los movimientos sociales son la articulación de diferentes agentes entorno a problemas estructurales de injusticia social, que emergen desde la realidad sin necesariamente articular un sistema de pensamiento político entorno a éstas situaciones, sino más bien responden a una multiplicidad de ideas e intenciones diferentes, que a veces se presentan en gestos simbólicos o quejas excéntricas en relación a los problemas centrales, que permiten poner en la palestra los problemas y comenzar su debate. El caso de los estudiantes secundarios es un ejemplo de ello en estos últimos años, comenzaron hace un buen tiempo atrás, los conflictos de transporte con el otrora pase escolar privatizado y terminaron generando una fuerte crítica al sistema general de educación escolar en Chile.
Desde esta perspectiva, lo que nos enfrentamos en la jornada del paro de los trabajadores hípicos, algo muy pocas veces presenciado en la historia hípica, fue la cristalización de procesos de larga data que se han cimentado en los fondos de la estructura hípica neoliberal y que en esta ocasión se coordinó con las reivindicaciones sociales de un amplio sector de la sociedad, pero que no responden a los mismo procesos ni a las mismas crisis, aunque comparten a grandes rasgos las mismas lógicas de organización del trabajo y similares consecuencias en sus contextos más íntimos y particulares. Esta confluencia de voluntades justamente fue lo que pareciera ser más molesto para los dirigentes hípicos de lo que aconteció, no sólo con el paro nacional llamado por la Central Unitaria de Trabajadores-CUT, sino de una serie de problemas que aquejan a diferentes actores de la hípica chilena, que se vieron cristalizados en la petición de un bono de movilización excepcional, bono que se había entregado en ocasiones anteriores, por parte de los trabajadores, propietarios y jinetes al Hipódromo Chile para aquellos que lo necesitaran, debido a los problemas de traslado que enfrentaría al terminar la jornada, provocados por la ausencia de transporte público que habría a causa del paro nacional organizado por la CUT.
En la crónica que hizo el Diario Nación, se dejaron ver los detalles de estos reclamos, que se inauguraron con una protesta a primeras horas de la mañana de los cuidadores y funcionarios del Hipódromo Chile, que increparon el presidente del directorio de esta institución, Juan Cuneo Solari, con diferentes carteles que proponían una multiplicidad de conflictos, que iban desde la participación de la Familia Solari en el escándalo de colusión de las Farmacias hasta el probable establecimiento del sistema simulcasting, pasando por las condiciones de trabajo, etc. Este crisol de reivindicaciones sociales hace notar que lo que estaba ocurriendo no era meramente una petición puntual, sino la escusa para poner en la palestra un problema más enraizado, que es la precarización del trabajo y la miniaturización de la hípica chilena.
En artículos anteriores, hemos plateado como los jinetes son tratados como inquilinos (ver artículo: Fantasmas ausentes, la era dorada de los jockeys chilenos 4-Mar-2009), en la ideología del patrón de fundo. También hemos hablado como los dirigentes hípicos están pensado el futuro de la actividad, concentrada en pocos hipódromos, Haras, propietarios, preparadores, etc. (ver artículo: En el horizonte... El Derby 2009 31 Enero 2009). Estos problemas son estructurales y se ven cada vez más cercanos, en este caso el sistema de simulcasting, que hay que decir que fue negada su instalación en el Hipódromo de Palermo en Argentina tras un recurso de ley y hace unas semanas esa misma institución rechazó la posible instalación en el Hipódromo de San Isidro. Ya que existe la conciencia de que podría generar profundas transformaciones en la hípica argentina y que no necesariamente vayan en la dirección de mejorar la calidad, las condiciones laborales y del espectáculo en general.
El Simulcasting, para nuestra realidad, nos plantea el problema de los trabajadores hípicos y de la hípica en general, que se verá en el cierre futuro de hipódromos, la menor cantidad de carreras y la reducción del espectro social de la hípica, que afectarán no sólo a los trabajadores, sino a los preparadores, dueños minoritarios, etc. Sistema que posiblemente tendrían algunos réditos económicos para unos pocos. En esta medida, la inclusión del sindicato de jinetes y los propietarios en el problema, los primeros deteniendo la jornada de carreras y los segundos impulsando peticiones en el Palacio de La Moneda en pro de proteger la actividad por su repercusión social. Nos permiten visualizar un problema complejo, pareciese que en los que dirigen la actividad no existe conciencia, o más bien, no les importa profesionalizar ni expandir la hípica chilena en todas sus áreas, no les interesa que existan nuevos actores, sino más bien, concentrar las ganancias económicas y deportivas en unas pocas familias, no es parte de sus preocupaciones un crecimiento integral de la actividad.
Y esto se ve con claridad, en que los trabajadores no son considerados como trabajadores sino inquilinos o peones de este gran fundo hípico, en que la seguridad laboral no se privilegia, estableciendo una precaria reglamentación entorno a la conducta en cancha, habremos de recordar que aceptaron a regañadientes la obligatoriedad del chaleco protector, impulsado por el sindicato de jinetes. Han puesto trabas constantes a la escuela de jinetes para que se mejore la calidad de los nuevos jockeys y los propietarios cercanos al poder generan listas negras, tal cual en los peores años de las persecuciones sindicales, que atemorizan a los jockeys, secretarios, etc. Entre muchos otros aspectos que sólo nos entregarían más datos para un diagnóstico que no cambiaría en su gravedad.
Varios comentarios en las pocas plataformas comunicacionales que quedan en la hípica chilena, proponen que una medida de fuerza de parte de la Coordinadora Nacional de la Hípica, que reúnen a trabajadores, jinetes y una serie de propietarios no aliados a la dirigencia de la hípica, desestabilizaría de tal manera la actividad que la condenaría a su desaparición, es necesario poner en el tapete, que los que no tienen el poder en general no pueden establecer los lineamientos de una actividad, que en este caso desde finales de los años 80’ viene en una sostenida decadencia. Sino justamente son aquellos que han pensado una actividad sostenida en la pura exportación de materias primas y en la des-profesionalización de la misma, los que han llevado a esta precariedad y decadencia en que habita la hípica chilena.
Los deportistas son trabajadores que son afectados por los mismos procesos sociales que el resto de la sociedad, no debería ser extraño entonces, que sean parte de un movimiento social general que quiere mejorar sus condiciones de vida. Y su vez, en el ámbito propiamente hípico, no debería ser extraño ya que la clase dirigente y del poder, en este caso unas pocas familias de clase alta, han tomado todas las medidas para mejorar sus condiciones de vida, claramente en desmedro del resto de la sociedad hípica, en la acumulación de riquezas materiales e inmateriales. Entonces, ¿por qué sería raro que los trabajadores se organicen entorno a mejorar sus condiciones de existencia, como lo han hecho los últimos 30 años esas familias con pretensiones aristócratas? La respuesta es evidente, porque ellos no son trabajadores sino inquilinos, inquilinos que le deben fidelidad y obediencia ciega al patrón, de una clase inferior. Esa idea de clase que instala la dirigencia hípica es la que posibilita un problema político, debido a que genera la posibilidad de que una clase dominada tome conciencia de sus condiciones materiales de existencia y quiera articular un pensamiento para cambiar las estructuras que los contienen, debido a que sin explotación, acumulación de las riquezas en unos pocos ni exclusión, la política solo sería retórica. Ya era hora de la rebelión en la granja.
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