por José M. Santa Cruz G.
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Pasadas unas semanas de la rebelión en el Hipódromo Chile, pareciese que nada hubiese sucedido. En una especie de catarsis de amnesia necesaria para que todo pudiese funcionar, se desarrolló el Clásico Club Hípico de Santiago, en la fastuosa reinauguración de la pista número 1, en ella varios de los denominados “enemigos de la hípica”, esos que buscaban un supuesto beneficio personal y no tenía una mirada a largo plazo, protagonizaron la carrera, donde una vez más, las copas brillaban en manos de los propietarios y las cámaras intentaban hacerse de esa fotografía o imagen perfecta como garantía de lo ocurrido.
Primero de Mayo y los trabajadores hípicos llevaron a cabo una jornada normal de carreras, mientras en el resto del país, algunos conmemoraban la histórica huelga de 1886 por la jornada laboral de ocho horas diarias en EEUU, en la cual más de cinco mil fábricas fueron paralizadas, 340.000 obreros salieron a las calles y que culminó con la masacre de la plaza Haymarket en la ciudad de Chicago (4 de mayo), que devendría en el ahorcamiento de cuatro dirigentes obreros de Chicago un año y medio después. Otros, la mayoría, disfrutaban del descanso en su primer día del fin de semana largo, varios de ellos llegaron al edificio de Blanco Encalada a encontrar un espacio de pasatiempo.
A lo largo de todo el país los centros comerciales, supermercados, cines y etc. cerraron sus puertas, tan sólo los servicios básicos continuaron con sus actividades. Así extraídos del acontecer cotidiano del país, los trabajadores hípicos ensillaban a los caballos, los jueces sancionaban una que otra situación en las carreras, los boleteros mecánicamente hacían funcionar las cajas, los secretarios de jinetes confirmaban las montas, los jockeys conversaban con los preparadores y corrían a los fina sangre, mientras los dueños de la hípica veían todo desde las alturas. Una jornada normal cuando el país no vivía un día normal, una jornada normal cuando la hípica no vive días normales.
Estamos en los albores de una reestructuración traumática de la hípica chilena, donde se verá una profunda atomización en todos los ámbitos de la actividad, tema que hemos desarrollado en artículos anteriores, y que cada día, a pesar de lo que quieren creer algunos y vociferan en los diferentes portales virtuales, medios de prensa radiales, escritos y audiovisuales, se va concretando o mostrando en señales inequívocas. El estado precario de las hípicas regionales, Concepción con un destino cercano incierto, Antofagasta con cada vez menos carreras por jornada, han hecho que varios jinetes y preparadores emigren a la capital. La presión por el cambio de la cantidad de jornadas de carreras legales que se pueden desarrollar al año, para darle a los Hipódromos de Santiago más posibilidades en la semana y con ello competir con los regionales. La instalación del Simulcasting posibilitaría desarrollar menos carreras en los hipódromos y llenar la jornada con carreras provenientes del exterior, con ello abaratar costos, lo que afectaría directamente a los trabajadores, jockeys, preparadores y dueños.
En el ceno de la hípica chilena existen conflictos deportivos, institucionales y sociales profundos que marcarán el devenir de los próximos años y que inevitablemente estarán carcaterizados por una importante cesantía para muchos de los que actualmente viven de la hípica, por la acumulación de las rentabilidades en unas pocas manos, sean éstas en el ámbito de la exportación de caballos, de la venta de terrenos, de las máquinas de juego o el Simulcasting, de una calidad deportiva incierta y de un espectáculo cada vez más alejado a la cotidianidad del país. Mientras tanto, algunos se maravillan con la atropellada de LAST IMPACT en el último clásico Club Hípico de Santiago, secuencia de acciones que resume lo que se espera de la hípica local, que ganen los que tienen que ganar a cualquier costo, a caballazo limpio. Cuando todos saben que la actividad vive en una decadencia provocada por el modelo de desarrollo neoliberal impulsado desde finales de los años 80' en la actividad, algunos se obstinan en tapar el sol con un dedo.
Primero de Mayo y los trabajadores hípicos llevaron a cabo una jornada normal de carreras, mientras en el resto del país, algunos conmemoraban la histórica huelga de 1886 por la jornada laboral de ocho horas diarias en EEUU, en la cual más de cinco mil fábricas fueron paralizadas, 340.000 obreros salieron a las calles y que culminó con la masacre de la plaza Haymarket en la ciudad de Chicago (4 de mayo), que devendría en el ahorcamiento de cuatro dirigentes obreros de Chicago un año y medio después. Otros, la mayoría, disfrutaban del descanso en su primer día del fin de semana largo, varios de ellos llegaron al edificio de Blanco Encalada a encontrar un espacio de pasatiempo.
A lo largo de todo el país los centros comerciales, supermercados, cines y etc. cerraron sus puertas, tan sólo los servicios básicos continuaron con sus actividades. Así extraídos del acontecer cotidiano del país, los trabajadores hípicos ensillaban a los caballos, los jueces sancionaban una que otra situación en las carreras, los boleteros mecánicamente hacían funcionar las cajas, los secretarios de jinetes confirmaban las montas, los jockeys conversaban con los preparadores y corrían a los fina sangre, mientras los dueños de la hípica veían todo desde las alturas. Una jornada normal cuando el país no vivía un día normal, una jornada normal cuando la hípica no vive días normales.
Estamos en los albores de una reestructuración traumática de la hípica chilena, donde se verá una profunda atomización en todos los ámbitos de la actividad, tema que hemos desarrollado en artículos anteriores, y que cada día, a pesar de lo que quieren creer algunos y vociferan en los diferentes portales virtuales, medios de prensa radiales, escritos y audiovisuales, se va concretando o mostrando en señales inequívocas. El estado precario de las hípicas regionales, Concepción con un destino cercano incierto, Antofagasta con cada vez menos carreras por jornada, han hecho que varios jinetes y preparadores emigren a la capital. La presión por el cambio de la cantidad de jornadas de carreras legales que se pueden desarrollar al año, para darle a los Hipódromos de Santiago más posibilidades en la semana y con ello competir con los regionales. La instalación del Simulcasting posibilitaría desarrollar menos carreras en los hipódromos y llenar la jornada con carreras provenientes del exterior, con ello abaratar costos, lo que afectaría directamente a los trabajadores, jockeys, preparadores y dueños.
En el ceno de la hípica chilena existen conflictos deportivos, institucionales y sociales profundos que marcarán el devenir de los próximos años y que inevitablemente estarán carcaterizados por una importante cesantía para muchos de los que actualmente viven de la hípica, por la acumulación de las rentabilidades en unas pocas manos, sean éstas en el ámbito de la exportación de caballos, de la venta de terrenos, de las máquinas de juego o el Simulcasting, de una calidad deportiva incierta y de un espectáculo cada vez más alejado a la cotidianidad del país. Mientras tanto, algunos se maravillan con la atropellada de LAST IMPACT en el último clásico Club Hípico de Santiago, secuencia de acciones que resume lo que se espera de la hípica local, que ganen los que tienen que ganar a cualquier costo, a caballazo limpio. Cuando todos saben que la actividad vive en una decadencia provocada por el modelo de desarrollo neoliberal impulsado desde finales de los años 80' en la actividad, algunos se obstinan en tapar el sol con un dedo.
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